Franz Kafka, el escritor visionario: «Sí, existe la felicidad perfecta: creer en lo indestructible que hay dentro de ti y no aspirar a ello”.

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Franz Kafka, el escritor visionario: «Sí, existe la felicidad perfecta: creer en lo indestructible que hay dentro de ti y no aspirar a ello”

El Kafka más espiritual nos permite reflexionar sobre la felicidad de un modo diferente. En un mundo obsesionado con el logro y la productividad, nos recuerda que puede estar en lo invisible, en lo simplemente creído.

Por: Pablo Cubí del Amo

Periodista especializado en actualidad, bienestar y estilo de vida

La obra literaria de Franz Kafka es sombría, introspectiva y apasionante. Te atrapa y no puedes dejar de avanzar en sus tramas. Es una obra marcada por la alienación y el absurdo. Aunque también contiene destellos de esperanza.

Nos vamos a alejar de sus clásicos, como El proceso o La metamorfosis. Hay un Kafka menos conocido, el de Cuadernos azules en octavo. Es un compendio de reflexiones, y es de ahí de donde se extraen, fuera de contexto, algunos de los aforismos que se han hecho más populares.

Kafka escribió esta obra entre 1917 y 1918. Estaba enfermo de tuberculosis y pasaba temporadas fuera de su Praga natal intentando recuperarse. Es una etapa de búsqueda personal muy fuerte, más religiosa o mística que literaria. En ese momento reflexiona, más filosófico que nunca, sobre la culpa, la salvación y el sentido de la vida.

Qué nos dice Kafka de la felicidad

Es en esta obra donde encontramos una de sus frases más enigmáticas. «Sí, existe la felicidad perfecta: creer en lo indestructible que hay dentro de ti y no aspirar a ello». No aparece exactamente así. Es una paráfrasis resumen de la idea que sí está presente. Y es una idea extraña porque el escritor checo casi nunca habla de que exista algo como la plenitud, la felicidad completa.

La frase nos dice que la felicidad está en creer que dentro de ti hay algo que no puede romperse. Lo llama “lo indestructible”. ¿Y qué es? En Kafka no suele ser el ego, ni tus logros. Sus referencias suelen ser a una cierta idea de trascendencia.

Lo importante es la confianza de que eso está ahí. No hace falta verlo ni demostrarlo. Es un acto de fe. Esta idea recuerda a la idea de alma o núcleo espiritual, aunque no necesariamente hay que relacionarlo con la teología clásica.

Sin embargo, luego la frase da un giro paradójico. No hay que aspirar a ello. Es como si el intento de apropiarse de esa felicidad la hiciera desaparecer. En su libro lo expresa exactamente así: “Existe lo indestructible. Uno debe creer en ello, y no aspirar a ello”. Kafka parece decirnos que la felicidad no está en el logro o la posesión, sino en la aceptación serena de lo que ya es.

En un mundo obsesionado con la productividad, Kafka nos recuerda que la felicidad puede estar en la espiritualidad, en lo invisible, en lo no aspirado, en lo simplemente creído.

Una forma serena de vivir

Esta actitud que nos propone se acerca a la paz espiritual de algunas religiones y escuelas de pensamiento orientales, que ganarían fama y predicamento en occidente. El bienestar no depende de ninguna acción ni del éxito.

Estoy pensando en el budismo, por ejemplo, con su énfasis en la no-aspiración, en la aceptación del presente. En el budismo zen, el intento de alcanzar la iluminación puede ser un obstáculo para ella. Solo cuando se abandona el deseo, surge la comprensión.

No estoy sugiriendo que Kafka fuera budista, pero fue un hombre muy culto que leyó muchos textos religiosos. Su situación personal, en busca de respuestas, y su comprensión y sensibilidad sobre el sufrimiento humano, le pudieron llevar hacia esta corriente de pensamiento.

Ramas filosóficas que debía conocer bien, como el estoicismo de autores como Epicteto o Marco Aurelio, van en la misma línea. Defienden que la felicidad consiste en aceptar el orden del universo y cultivar la virtud interior. El sabio estoico no aspira a más de lo que ya tiene en su interior.

Las lecciones que nos trae

Muchos autores estudiosos de Kafka (Max Brod, Günther Anders, Maurice Blanchot) han analizado los aforismos y han aportado sus conclusiones. La más común es que estamos ante un Kafka religioso sin dogma.

Las versiones de “lo indestructible” son diversas: como una imagen de la gracia divina (entendido como algo dado) o del yo auténtico. O incluso se ha visto como una resistencia frente al mundo burocrático, ese que describe en sus novelas.

Kafka se adelanta aquí a un problema muy contemporáneo: la espiritualidad como rendimiento. Hoy aspiramos a ser “la mejor versión de nosotros mismos”, “más conscientes”, “más presentes”. Kafka parece intuirlo y avisa: cuando lo espiritual se convierte en objetivo, se vuelve tan agotador como el éxito económico.

Por eso dice “no aspires a ello”. No porque debas ser mediocre, sino porque lo más alto ya está, no hace falta cazarlo. La felicidad perfecta no es llegar, es dejar de perseguir lo que ya te habita.

Puede incluso remitirnos al poeta Rilke, coetáneo de Kafka. Este pensador apuntaba “tú debes cambiar tu vida” a través no tanto del esfuerzo, sino “de dejar que eso que ya está en ti te transforme”.

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