La IA influye en tu atención, creatividad y sueño, según la neurociencia, y advierte que un uso excesivo podría debilitar funciones como el pensamiento crítico.
Así está cambiando tu cerebro la IA, según la neurociencia: «Puede deteriorar nuestra capacidad de análisis crítico»
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Silvia Cabrero Díez
Después de haber sido estudiada la inteligencia artificial de forma exhaustiva, la neurociencia advierte que su uso no solo está cambiando nuestra forma de trabajar o estudiar, sino también la forma en cómo funciona nuestro cerebro.
La doctora María Eugenia Ferri, jefa del Servicio de Neurología del Hospital Centenario y profesora adjunta de la Cátedra de Neurología de la Universidad Nacional de Rosario, explicó a Cadena 3: «Puede deteriorar nuestra capacidad de análisis crítico».
Los riesgos de utilizar la IA conllevan un deterioro de la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para modificar sus conexiones neuronales en respuesta a estímulos, aprendizajes o experiencias. «Es lo que nos permite aprender, ser creativos y adaptarnos a nuevos entornos», explicó la doctora.
Cómo la inteligencia artificial está reprogramando tu cerebro sin que te des cuenta
Si utilizamos en exceso a la IA, podríamos perder habilidades cognitivas clave. Según Ferri, hacer un uso intensivo de los modelos de IA puede debilitar funciones como el pensamiento crítico o la memoria a largo plazo.
También es cierto que, en algunos casos, la inteligencia artificial puede ser una gran aliada. «Hay investigaciones que muestran que, al liberar al cerebro de actividades monótonas, la IA permite que nos dediquemos a tareas más complejas», afirmó la doctora en la entrevista.

Inteligencia artificial de ChatGPT con funciones avanzadas
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De hecho, si se utiliza de forma consciente, la IA puede desarrollar una neuroplasticidad positiva, sobre todo si se integra como apoyo en la educación y el trabajo intelectual.
«Cuando usamos la IA de manera estratégica, nuestro cerebro tiene más espacio para innovar y resolver problemas complejos», indicó Ferri.
Pero para que eso ocurra, el uso debe ser consciente, porque uno de los riesgos actuales es la sobreestimulación constante de los circuitos de recompensa cerebral. Los algoritmos que ofrecen resultados inmediatos, como las redes sociales o asistentes inteligentes, pueden generar dependencia.
Esto reduce el tiempo que el cerebro dedica a analizar, comparar o reflexionar, debilitando la capacidad de razonamiento profundo. A largo plazo, se puede perder la habilidad de sostener la atención por periodos prolongados.
En la infancia, estos efectos pueden ser peores, porque el cerebro de los niños está en pleno desarrollo, y una exposición continua a pantallas y estímulos digitales puede afectar a habilidades básicas como el lenguaje, la empatía o la concentración.
Por eso, necesitan actividades al aire libre, socializar o aburrirse para desarrollar áreas como la creatividad, y la falta de estas experiencias puede «limitar el desarrollo de habilidades emocionales y cognitivas».
Otro aspecto que preocupa a los neurólogos es el impacto de la luz azul de las pantallas en el sueño. Esta luz altera la producción de melatonina, una hormona clave para el descanso. «El sueño es esencial para procesos neurológicos como la consolidación de la memoria», indicó la doctora.
El uso prolongado de dispositivos digitales antes de dormir, especialmente en jóvenes, puede puede alterar los patrones de descanso, afectando el rendimiento cognitivo y el bienestar general.
Frente a este panorama, la solución no pasa por demonizar la tecnología, sino por aprender a integrarla de forma equilibrada. Usar la inteligencia artificial como una herramienta para ampliar nuestras capacidades, no para reemplazarlas.