Fábrica de supercondensadores en China
TecnologíaNoticia25 nov 2025 – 18:05
Por: Juan Manuel Delgado
Una nueva técnica llamada Flash Recoiling es capaz de fabricar condensadores dieléctricos ultrapotentes mediante un avanzado choque térmico de 1000 grados por segundo.
China no levanta el pie del acelerador y cada ciertos meses aparece un avance que obliga a recalcular la posición del país en la fabricación de materiales avanzados. Y esta vez el movimiento llega desde uno de los sectores menos visibles para el gran público, como lo son los condensadores dieléctricos de alta energía.
Un equipo de la Academia China de Ciencias ha conseguido reducir un proceso que tradicionalmente tomaba horas a solo un segundo, aplicando un choque térmico de 1000 grados por segundo, una cifra que hasta ahora parecía imposible.
El trabajo dirigido por HU Weijin, publicado en Science Advances, no es un experimento aislado, sino que es un paso que afecta directamente a la electrónica de potencia, la industria aeroespacial y el sector de defensa.
Cabe señalar que los condensadores dieléctricos son esenciales para cualquier aplicación que requiera almacenar energía de manera ultrarrápida. Funcionan en condiciones extremas, soportan cargas muy elevadas y actúan como el músculo de infinidad de equipos de alta exigencia.
El problema es que fabricar materiales capaces de mantener esta estabilidad siempre ha sido un proceso costoso y lento. Las técnicas tradicionales obligaban a trabajar con composiciones complejas, tratamientos a varias temperaturas, así como métodos lentos que nunca han encajado del todo con la producción a gran escala.
Y es que, durante años, este cuello de botella ha limitado la disponibilidad y el rendimiento de supercondensadores utilizados en satélites, maquinaria industrial o sistemas energéticos expuestos a ambientes violentos.
Choque térmico de 1000 °C en un segundo
El avance de China cambia por completo este escenario, donde la técnica, conocida como Flash Recoiling, consiste en aplicar un calentamiento y enfriamiento instantáneos que reorganizan el material a nivel nanométrico.
En un único segundo, la película dieléctrica pasa por un proceso que antes exigía tratamientos prolongados con resultados menos fiables. El secreto está en que el material entra en una fase de alta temperatura y se «congela» antes de que su estructura pueda relajarse.
Esto produce nanodominios de menos de 3 nanómetros que mejoran el comportamiento antiferroeléctrico y permiten almacenar energía de forma mucho más eficiente.
La diferencia con los métodos clásicos es notable, antes aparecían irregularidades estructurales, ahora se obtiene una textura uniforme. Donde anteriormente la estabilidad térmica era un problema, ahora se consiguen componentes capaces de funcionar desde –196 °C hasta +400 °C, con una degradación inferior al 3 %.
Y donde antes la densidad energética dependía del método y la pureza, ahora hablamos de valores cercanos a 63,5 J/cm³, más propios de un laboratorio de alto nivel que de un proceso escalable.
Pero la clave no es solo el rendimiento, es la fabricación. La técnica funciona sobre obleas de silicio de 2 pulgadas, evitando la pérdida de elementos volátiles que antes comprometía la estabilidad del material.
Aplicaciones estratégicas que van mucho más allá de la electrónica
Un condensador que funciona tras un ciclo térmico que va del nitrógeno líquido al equivalente del interior de un motor a reacción no es un producto más. Es una pieza clave para sectores donde la energía tiene que liberarse de forma instantánea y con una fiabilidad extrema.
Con esta técnica, China gana terreno en áreas especialmente sensibles, como láseres industriales de alta potencia, sistemas de microondas militares, armas de energía dirigida y equipos de exploración espacial expuestos a cambios térmicos radicales.
El rendimiento térmico convierte estos materiales en candidatos naturales para instrumentos que operan en vacío, en pozos petrolíferos o en entornos donde no hay margen para fallos.
Esto hace que el avance tenga un valor geopolítico evidente, puesto que reduce costes, simplifica el diseño de sistemas complejos y facilita la integración de condensadores avanzados en dispositivos que requieren una fiabilidad extrema.
Se trata, además, de una tecnología de doble uso, lo que en la industria permite mejorar maquinaria o sensores en condiciones extremas, en defensa abre la puerta a sistemas más ligeros, eficientes y baratos.
En términos estratégicos, la capacidad de fabricar supercondensadores de alto rendimiento en un segundo cambia por completo la ecuación de desarrollo de sistemas de energía dirigida, un campo en el que Estados Unidos y China mantienen una carrera silenciosa desde hace años.
Un salto industrial que apunta a un cambio de equilibrio
El impacto real de este avance no está solo en la velocidad del proceso, está en lo que permite construir a partir de ahora. Fabricar películas dieléctricas en obleas de silicio abre la puerta a chips con almacenamiento energético integrado, algo que hasta ahora era demasiado caro, demasiado lento o directamente inviable.
Esto reduce la complejidad de muchos sistemas electrónicos, mejora la eficiencia y acelera el ritmo al que pueden escalar aplicaciones avanzadas.
China gana aquí un punto estratégico relevante, ya que no solo domina la técnica, también controla la infraestructura de producción que puede llevarla a escala industrial. Mientras otros países siguen trabajando con métodos de síntesis lentos, el gigante asiático plantea una alternativa capaz de modificar industrias en un plazo muy corto.
El Flash Recoiling es una técnica con capacidad para reconfigurar la electrónica de potencia, la industria espacial, así como los sistemas de defensa. China demuestra de nuevo que entiende los materiales avanzados como palanca estratégica y que tiene un modelo industrial capaz de absorber innovaciones complejas con rapidez.
Si fabricar un supercondensador pasa de tardar horas a tardar un segundo, cambia el ritmo de todo lo que depende de él. Y en un mundo donde la energía se mueve cada vez más rápido, ese segundo de ventaja puede marcar la diferencia.

