El mecanismo que vincula la ansiedad y la testosterona.

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Un innovador estudio ha revelado un vínculo significativo entre los trastornos de ansiedad y un receptor cerebral conocido como TACR3, junto a la testosterona.

La profesora Shira Knafo, dirigió la investigación publicada el mes pasado en la revista Molecular Psychiatry.

La ansiedad es una respuesta común al estrés, pero para quienes padecen trastornos de ansiedad, puede afectar significativamente la vida diaria.

La evidencia clínica ha insinuado una estrecha conexión entre los niveles bajos de testosterona y la ansiedad, particularmente en hombres con hipogonadismo, una condición caracterizada por una función sexual reducida.

Sin embargo, la naturaleza precisa de esta relación no ha quedado clara hasta ahora.

Knafo descubrió que los roedores machos que mostraban niveles de ansiedad extremadamente altos tenían niveles notablemente más bajos de un receptor específico llamado TACR3 en su hipocampo.

El hipocampo es una región del cerebro estrechamente asociada con los procesos de aprendizaje y memoria.

TACR3 es parte de la familia de receptores de taquiquinina y responde a una sustancia conocida como neuroquinina.

Esta observación despertó la curiosidad de los investigadores y fue la base para una investigación en profundidad sobre el vínculo entre la deficiencia de TACR3, las hormonas sexuales, la ansiedad y la plasticidad sináptica.

Los roedores fueron clasificados según su comportamiento en una prueba estándar de laberinto elevado en cruz que mide los niveles de ansiedad.

Posteriormente, se aislaron sus hipocampos y se les sometió a un análisis de expresión genética para identificar genes con expresiones variables entre roedores con ansiedad extremadamente baja y aquellos con ansiedad severa.

Un gen que se destacó fue TACR3.

Investigaciones anteriores habían revelado que las mutaciones en genes asociados con TACR3 conducían a una condición conocida como «hipogonadismo congénito», lo que resultaba en una reducción de la producción de hormonas sexuales, incluida la testosterona.

En particular, los hombres jóvenes con niveles bajos de testosterona a menudo experimentaban un retraso en el desarrollo sexual, acompañado de depresión y mayor ansiedad.

Este emparejamiento llevó a los investigadores a investigar más a fondo el papel de TACR3.

La profesora Knafo y su equipo contaron con la ayuda de dos herramientas innovadoras que ellos mismos crearon en su investigación.

El primero, conocido como FORTIS, detecta cambios en los receptores críticos para la comunicación neuronal dentro de las neuronas vivas.

Al utilizar FORTIS, demostraron que la inhibición de TACR3 daba como resultado un fuerte aumento de estos receptores en la superficie celular, bloqueando el proceso paralelo de fortalecimiento sináptico a largo plazo, conocido como LTP.

La segunda herramienta pionera empleada fue una nueva aplicación de correlación cruzada para medir la conectividad neuronal dentro de un sistema de matriz de múltiples electrodos.

Esta herramienta desempeñó un papel fundamental a la hora de descubrir el profundo impacto de las manipulaciones de TACR3 en la plasticidad sináptica.

La plasticidad sináptica se refiere a la capacidad de las sinapsis, las conexiones entre las células cerebrales, para cambiar su fuerza y eficiencia.

Este proceso dinámico es fundamental para la adaptación del cerebro al medio ambiente.

A través de la plasticidad sináptica, el cerebro puede reorganizar sus circuitos neuronales en respuesta a nuevas experiencias.

Esta flexibilidad permite la modificación de las conexiones sinápticas, lo que permite a las neuronas fortalecer o debilitar su comunicación con el tiempo.

Esencialmente, la plasticidad sináptica es un mecanismo clave mediante el cual el cerebro codifica y almacena información, adaptándose continuamente a los estímulos externos y estados internos en constante cambio.

Es importante destacar que reveló que las deficiencias derivadas de la inactividad de TACR3 podrían rectificarse de manera eficiente mediante la administración de testosterona, lo que ofrece esperanza para enfoques novedosos para abordar los desafíos relacionados con la ansiedad asociada con la deficiencia de testosterona.

TACR3 parece ser un actor central para unir la ansiedad y la testosterona.

Los investigadores han desentrañado los complejos mecanismos detrás de la ansiedad y han abierto vías para terapias novedosas, incluidos tratamientos con testosterona, que podrían mejorar la calidad de vida de las personas que luchan contra trastornos del desarrollo sexual y la ansiedad y depresión asociadas.

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