El miedo de uno de los mayores genios de la astrofísica a otras civilizaciones interestelares 

y la gran equivocación de Brian Cox

El prestigioso físico de Harvard, Aví Loeb, explica por qué los argumentos de investigadores tan importantes como Stephen Hawking sobre la presencia de otras civilizaciones en nuestra galaxia podrían estar equivocados

Foto: El físico Stephen Hawking. (REUTERS Lucas Jackson

El físico Stephen Hawking. (REUTERS Lucas Jackson

Por Avi Loeb

En un nuevo pódcast de Joe Rogan, el físico británico Brian Cox argumentó que tenemos la gran responsabilidad de prolongar la existencia de nuestra civilización porque podría ser la única fuente de significado en el cosmos. Sin embargo, en el gran esquema del cosmos, la existencia futura de los humanos podría no importar, por la misma razón que la extinción de los dinosaurios no atrajo la atención cósmica. Los humanos entraron en escena en la última parte de la historia del universo y puede que a nadie a distancias cosmológicas le importe. Es posible que otros actores cósmicos no tengan ningún interés en darnos a conocer su presencia porque nuestra ficha de fanfarronadas terrestres no resulta interesante en el panorama de las citas cósmicas.

Teniendo en cuenta que hay cien mil millones de planetas habitables más antiguos que el nuestro solo en la Vía Láctea, es probable que seres como nosotros existieran en el pasado en exoplanetas. Sus señales electromagnéticas podrían haber desaparecido hace mucho tiempo, ya que se necesitan solo decenas de miles de años para cruzar la Vía Láctea a la velocidad de la luz, y eso es unas pocas millonésimas del lapso total de la historia del universo.

Avi Loeb es jefe del proyecto Galileo, director fundador de la Iniciativa Black Hole de la Universidad de Harvard, director del Instituto para la Teoría y la Computación del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian y autor del bestseller Extraterrestrial: The first sign of intelligent life beyond earth. También puedes comprar aquí el nuevo libro del profesor Loeb, Interstellar.

Que quede algo de las civilizaciones extinguidas depende de la fuerza con que se aventuraran en el espacio interestelar. Nuestras propias sondas interestelares: Voyager 1 y 2, Pioneer 10 y 11 y New Horizons, saldrán de la nube de Oort del sistema solar dentro de veinte mil años y constituirán en ese momento una cuatrillonésima parte de la población de objetos interestelares con la misma masa. Sabemos muy poco sobre la basura espacial de otras civilizaciones porque los astrónomos no detectaron los primeros objetos interestelares hasta la pasada década. Brian no se dedica a buscar evidencia científica de sondas espaciales interestelares. Sus opiniones sobre la posible existencia de extraterrestres no están mejor informadas que las de un profano.

La única manera que tiene la ciencia de marcar la diferencia es buscando nuevas pruebas sobre la existencia de extraterrestres. Este es mi trabajo diario como astrofísico en ejercicio. El Proyecto Galileo, bajo mi liderazgo, tiene como objetivo recopilar datos de observación sobre objetos extraterrestres anómalos cerca de la Tierra. Sigue el método científico de confiar en la evidencia y no en los prejuicios. Además del análisis de los materiales recuperados del lugar del Océano Pacífico donde cayó el primer meteoro interestelar, el Proyecto Galileo publicará el próximo mes nuevos datos sobre medio millón de objetos cercanos a la Tierra monitoreados por su nuevo observatorio en la Universidad de Harvard.

Una pregunta fundamental es qué deberíamos adoptar como supuesto predeterminado. Brian defiende la opción tradicional de que estamos solos hasta que se demuestre lo contrario. Obviamente, esto nos da un sentido de importancia personal y elimina la urgencia de invertir fondos en la búsqueda de pruebas. Pero los físicos como Brian no insisten en que la materia oscura no existe hasta que se descubre. Dado que hasta ahora no habíamos detectado partículas de materia oscura, la visión más conservadora debería haber sido suponer que la materia conocida y la radiación son los únicos constituyentes cósmicos. En cambio, los físicos invirtieron miles de millones de dólares en la búsqueda de tipos específicos de partículas de materia oscura.

Esto fue motivado por evidencia indirecta de la existencia de materia oscura, basada en su influencia gravitacional sobre la dinámica de la materia visible y la radiación. Sin embargo, si la gravedad se modifica a bajas aceleraciones, esta evidencia indirecta se interpreta incorrectamente. La existencia de planetas habitables del tamaño de la Tierra alrededor de otras estrellas es una prueba circunstancial de que las condiciones de vida podrían ser comunes. Sin embargo, el folklore dominante prefiere adoptar la suposición por defecto de que los extraterrestres podrían no existir. Un argumento planteado por Brian es que ya los habríamos detectado si hubieran existido. Como expliqué hoy en un pódcast con Deepak Chopra, nuestras propias huellas tecnológicas, como las luces de las ciudades, la contaminación industrial o los cohetes espaciales, son difíciles de percibir a través de la vasta extensión del espacio interestelar. También debemos tener en cuenta que la búsqueda de firmas tecnológicas extraterrestres se financió con menos del uno por ciento de la búsqueda de materia oscura.

Si es así, ¿por qué deberíamos insistir en que existe materia oscura y que la gravedad no se modifica mientras argumentamos que los extraterrestres podrían no existir sin realizar un elaborado intento de detectar sus sondas espaciales? La ciencia es apasionante porque ofrece la oportunidad de buscar evidencia. Expresar una opinión sobre una cuestión científica sin invertir tiempo ni esfuerzo en responderla, no es científico. Los mayores avances en nuestro conocimiento científico fueron sorpresas. Esto incluye el descubrimiento experimental de la mecánica cuántica hace un siglo, que ningún teórico esperaba. También incluye ideas teóricas pioneras, como la constatación de Stephen Hawking de que los agujeros negros se evaporan, inspirada por las ideas de Jacob Bekenstein sobre la entropía de los agujeros negros —que Hawking inició intentando refutar— y por las ideas de Yacov Zel’dovich sobre las fluctuaciones del vacío, que Hawking conoció durante un viaje a Moscú.

Esta última inspiración fue mencionada por Kip Thorne en una conferencia pública que pronunció la semana pasada en la Black Hole Initiative de Harvard, de la que fui director fundador y donde se obtuvieron las primeras imágenes de los agujeros negros. Stephen Hawking estaba muy interesado en la posible existencia de extraterrestres cuando visitó mi casa para la inauguración de la Black Hole Initiative en 2016. Stephen estaba particularmente preocupado por el riesgo existencial de los depredadores alienígenas. Una vez más, mi opinión es diferente a la de los británicos: los extraterrestres probablemente no se preocupan por nosotros. Dado que la mayoría de las estrellas se han formado miles de millones de años antes que el Sol, es posible que los extraterrestres se hubieran embarcado en viajes interestelares mucho antes de que los humanos se distinguieran de la naturaleza gracias a la ciencia y la tecnología modernas.

Deberíamos buscar extraterrestres no por miedo, sino porque sus conocimientos científicos podrían proporcionarnos un salto cuántico en nuestro conocimiento científico. La inspiración que podemos obtener de los científicos extraterrestres avanzados podría ser un eco de la inspiración que Hawking obtuvo de Bekenstein y Zel’dovich, pero con esteroides. En lugar de quedarnos atrapados en una cámara de resonancia que amplifica nuestros prejuicios sobre nuestro estatus cósmico privilegiado, tendría más sentido suponer que somos estudiantes mediocres en la clase de las civilizaciones inteligentes. Después de todo, el principio copernicano resultó más sensato que la alternativa en el pasado. Ofrece un supuesto por defecto más modesto que la noción de que somos privilegiados. Esperamos que nuestros observatorios nos conecten en algún momento con nuestros vecinos cósmicos. Copérnico y Galileo utilizaron datos de observación para argumentar en contra del modelo geocéntrico del cosmos y del Vaticano, que terminó finalmente aceptado que tenían razón en 1992. Ahora, un nuevo tipo de clero aboga por un modelo egocéntrico del cosmos sin buscar evidencia científica. A la larga, a todos nos irá mucho mejor si tenemos una mentalidad curiosa sobre el cosmos. La ciencia, en su máxima expresión, es una experiencia de aprendizaje, impulsada por la curiosidad y la humildad de admitir que no somos tan importantes en el escenario cósmico como estamos tentados a pensar.

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