El polo sur centra todas las miradas al descubrirse unas extrañas señales bajo el hielo antártico que podrían apuntar a nueva física o materia
Solsticio de verano 2025: cuándo llega el día más largo del año
Montañas Ellsworth en la Antártida. – WIKIMEDIA COMMONS
Un equipo de la Universidad Estatal de Pensilvania, con la doctora Stephanie Wissel al frente, ha detectado pulsos de radio emergiendo desde lo más profundo del hielo de la Antártida, un hallazgo —publicado en Physical Review Letters— que podría reescribir lo que sabemos sobre el cosmos y las partículas más elusivas del universo.
En el desierto blanco de la Antártida, donde el viento sopla a unos 100 km/h y la temperatura puede descender por debajo de los –60 °C, un equipo internacional de científicos ha encontrado algo que no encaja, como ya pasó cuando se descubrió que aumentó el hielo en la Antártida. A bordo de globos estratosféricos del experimento ANITA (Antarctic Impulsive Transient Antenna), los investigadores detectaron señales de radio que no provienen del cielo… sino desde abajo del hielo.
El proyecto, con base en la Universidad Estatal de Pensilvania, no esperaba lo que encontró. Lo que parecía una tarea rutinaria de detección de neutrinos se convirtió en un misterio en toda regla: pulsos de energía emergiendo a 30° por debajo del horizonte, como si algo atravesara la Tierra desde el otro lado para salir justo por el polo sur.
La física conocida no tiene respuesta para estas señales
Lo verdaderamente inquietante es que estas señales no deberían existir. Las partículas capaces de atravesar la Tierra sin apenas interactuar, como los neutrinos tau, no dejan este tipo de huellas. Y menos con tanta intensidad.
Los investigadores lo comprobaron:
- Compararon las señales con más de 15 años de datos del Observatorio Pierre Auger en Argentina.
- Simularon cientos de escenarios de fondo cósmico.
- Descartaron errores instrumentales, interferencias o incluso reflejos del hielo.
Nada encajaba. Como explicó la doctora Stephanie Wissel, «lo más probable es que no sean neutrinos». Para que lo fueran, deberían haber generado otro tipo de patrones y señales.
¿Una ventana hacia partículas desconocidas o algo aún más profundo?
Este tipo de hallazgos, aunque escasos, han sido detectados en más de una ocasión desde 2016. Pero en lugar de repetirse con claridad, se presentan como fenómenos aislados, fugaces, imposibles de predecir.
Las hipótesis que baraja el equipo de Penn State son tan sorprendentes como complejas:
- Que estemos viendo una nueva partícula que no encaja en el actual Modelo Estándar.
- Que sea una pista indirecta de la materia oscura, esa sustancia que conforma el 85 % del universo pero sigue siendo invisible.
- incluso que el hielo antártico esté revelando una propiedad hasta ahora desconocida, capaz de canalizar o amplificar ciertos pulsos bajo condiciones extremas.
La Antártida, mucho más que hielo: un laboratorio natural para la ciencia
Además del misterio de los pulsos, la Antártida es uno de los entornos más valiosos para la ciencia moderna. Allí no solo se estudian partículas cósmicas:
- Se monitorean lagos subglaciales ocultos a más de 4 km de profundidad.
- Se detectan cambios ínfimos en el deshielo y la circulación oceánica, claves para entender el cambio climático.
- Y se instala tecnología de frontera, como el telescopio IceCube, que también caza neutrinos provenientes del espacio profundo.
El entorno antártico es tan silencioso en términos electromagnéticos que se convierte en un «oído» perfecto para captar las señales más débiles del universo.
Para despejar incógnitas, en diciembre de 2025 se lanzará PUEO, el sucesor de ANITA. Con una sensibilidad mayor y un diseño más preciso, intentará confirmar si estos pulsos son anomalías o pistas hacia algo mayor.
Además, la colaboración con IceCube y otros observatorios permitirá verificar si estamos ante un nuevo capítulo en la física de partículas o una singularidad ligada al hielo polar.
Un enigma enterrado en el hielo que desafía nuestra comprensión
Cuando los científicos dicen que «no comprenden lo que están viendo», no se trata de una metáfora. Es la constatación de que, incluso en pleno siglo XXI, hay fenómenos que se escapan a los marcos teóricos actuales. Lo que emerge desde las profundidades de la Antártida no es solo un pulso de radio: es una invitación al asombro, al redescubrimiento de las fronteras invisibles del conocimiento.