La mariposa más bella habita en España y tiene nombre de reina

El diseño radial de las venas granates sobre las alas verdes y los ocelos de la Graellsia isabelae recuerdan a una vidriera modernista

Por: Pedro Gargantilla

Los insectos constituyen la mejor metáfora de la biodiversidad animal, un inmenso y fascinante océano en el que los lepidópteros tienen reservado un puesto de honor. Se estima que en este momento hay más de ciento setenta mil especies diferentes de estos insectos holometábolos, de las cuales el noventa por ciento son polillas nocturnas.

Las mariposas son un verdadero regalo de la naturaleza y uno de los mayores espectáculos del reino animal en cuanto a belleza y colores se refiere. De entre todas ellas hay una que brilla con luz propia y que es símbolo de nuestra entomología: la isabelina (Graellsia isabelae). Una mariposa nocturna que no suele superar los siete días de vida, tiempo en el que se dedica afanosamente a las tareas de reproducción.

Un perro, una mariposa y un naturalista

El área de distribución de este lepidóptero son los bosques de coníferas, especialmente los pinares mesetarios, el de pino albar o silvestre (Pinus sylvestris), el del pino negro (Pinus uncinata) y el del pino salgareño (Pinus nigra). Esto se debe a que la oruga es arborícola y se alimenta de las acículas de estos árboles, tan solo descendiendo al suelo para construir el capullo.

El descubrimiento, de la que es considerada la mariposa más bella de Europa, se produjo cierto día primaveral del año 1849 cuando Marino de la Paz Graells (1809-1898), naturalista, médico de profesión y director del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, paseaba por los bosques de Peguerinos (Ávila) acompañado de su perro Curicus.

Al parecer fue el cánido el primero en descubrirla y alertar a Graells del hallazgo, al quedarse inmóvil observando un ejemplar hembra que reposaba en el tronco de un pino.

Con el fin de que nadie se le adelantara el naturalista español describió en latín, como era preceptivo en aquella época, al lepidóptero y realizó una primera publicación en una revista francesa de escasa notoriedad, apuntando como nombre Saturnia diana. Más adelante la denominó Saturnia isabelae, en honor a la reina Isabel II, y tiempo después sería rebautizada como Graellsia isabelae, en recuerdo al descubridor.

A pesar de todo, a Graells le albergaron algunas dudas sobre su descubrimiento, razón por la cual realizó una consulta a los entomólogos británicos. Desde el Museo Británico le pidieron precio por el lepidóptero y no dudaron en abonar las 500 pesetas que Graells les pidió, a cambio de que el ejemplar pasara a engrosar la colección del museo londinense.

Una mariposa digna de una reina

A pesar de todo, el hallazgo no estuvo exento de polémica, puesto que algunos entomólogos europeos, fundamentalmente teutones y franceses, negaban la procedencia española, defendiendo que era muy probable que hubiese sido traída de la India o de América y, por ello, la incluyeron dentro del género Actias. Por su parte, los entomólogos ingleses denominaron a esta mariposa con el pomposo nombre de ‘mariposa de la luna española’ (Actias luna).

En 1852 Graells realizó una descripción en la revista ‘Memorias de la Real Academia de Ciencias de Madrid’ en donde escribió: «Al augusto nombre de S.M. la reina doña Isabel, dedico esta magnífica Saturnia». Se cuenta que la reina Isabel II respondió a este agasajo luciendo en un baile de palacio un ejemplar de la mariposa adecuadamente montado en un collar de esmeraldas.

El Museo de Ciencias Naturales de Madrid custodia en estos momentos más de 360 ejemplares de Graellsia isabelae, en donde es posible admirar la variabilidad morfológica de esta especie. Allí es posible observar que el perfil de las alas del macho es más estilizado y acaba en una larga y estrecha cola, mientras que el de las hembras es de aspecto redondeado y termina en pequeños lóbulos.

A pesar del tiempo transcurrido desde el descubrimiento la fama imperecedera de la isabelina está más que garantizada en la historia de la entomología.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.

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