Reinhard Genzel, el sabio de los agujeros negros: “Les sorprendería la claridad que reina allí”

Este astrofísico alemán ha localizado un agujero negro muy cerca de nosotros, en nuestra propia galaxia. De su descubrimiento y de la belleza de la Vía Láctea hablamos con él tras ser mundialmente reconocido con el Premio Nobel.

Por Johann Grolle y Cristoph Seidler / Foto: Markus Burke

Nadie conoce el centro de la galaxia mejor que este astrofísico alemán. Catedrático en la Universidad de California y director del Instituto Max Planck de Múnich, acaba de recibir el Premio Nobel por su investigación de los agujeros negros… cuando menos lo esperaba.

XLSemanal. ¿Qué estaba haciendo cuando recibió la llamada de Estocolmo?

Reinhard Genzel. Pues lo que los científicos llevamos seis meses haciendo todo el día: Zoom, Zoom, Zoom. Estaba en una reunión virtual.

XL. Y le sonó el teléfono…

R.G. Resultó casi cómico, sí. Estaba delante del monitor. Sonó el teléfono y alguien dijo: «This is Stockholm». Y se cortó. Pasó un rato hasta que se volvió a oír la voz. Mientras esperaba, pensé: «Esta maldita pandemia… Ya hasta tengo alucinaciones».

XL. Una llamada desde Estocolmo a primeros de octubre… ¿No sospechaba quién estaba al teléfono?

R.G. No, qué va. Créanme, este año no pensaba para nada en el Nobel. Otros años, sí. Por ejemplo, en 2011.

“Las posibilidades de que haya vida en el centro de la galaxia, con todas esas estrellas gigantes y agujeros negros, son escasas, pero no lo sabemos con certeza”

XL. ¿Por qué en 2011 esperaba ganar el Nobel y en 2020 no?

R.G. En primer lugar, hasta cierto punto estaba fuera de la competición porque gané el Premio Crafoord hace ocho años. Para los suecos es el equivalente al Nobel. Por eso pensaba que no tenía posibilidades… y menos este año.

XL. ¿Por qué?

R.G. En los Nobel de los últimos cinco años hay neutrinos, ondas gravitacionales, cosmología y exoplanetas. ¿Otro Nobel para astrofísicos? Los compañeros de otros campos de la física podrían empezar a quejarse.

XL. Vivimos una edad de oro de la astronomía…

R.G. Totalmente. Es increíble todo lo que se está haciendo. Y va a seguir así. Estamos asistiendo a una verdadera explosión de conocimiento.

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La astrofísica Andrea Ghez, ganadora del Nobel con Genzel.

XL. La imagen de un agujero negro hecha pública el año pasado por el equipo del telescopio Event Horizon tuvo mucha más repercusión que su agujero negro en el centro de la Vía Láctea. ¿Por qué ellos se han ido de vacío?

R.G. Todo el revuelo generado por esa imagen estuvo muy bien, es importante que la gente se entusiasme con la investigación científica.

XL. ¿Quiere decir que estaba bien para el gran público, pero que para la ciencia no era tan importante?

R.G. No lo diría así. Una imagen tan bonita y colorida resulta muy atractiva, pero no es fácil de interpretar. En el mundo especializado, todavía se discute si estamos seguros de qué es lo que se ve.

“Vivimos una edad de oro de la astronomía. Es increíble todo lo que se está haciendo. Asistimos a una verdadera explosión de conocimiento”

XL. ¿Es la imagen que aparece siempre que se habla de agujeros negros y nos dice que no sabemos qué es?

R.G. Así es. Puede que estemos viendo la sombra del agujero negro, pero también podría ser un objeto que se dirige directamente hacia nosotros a la velocidad de la luz. Necesitamos hacer más mediciones. Y en estos momentos tenemos un problema: la pandemia. La mayoría de los telescopios con base en la Tierra están inactivos.

XL. Háblenos un poco de su descubrimiento. ¿Qué nos puede contar del agujero negro en el centro de la Vía Láctea?

R.G. Es un agujero negro supermasivo, es decir, con gravedad especialmente intensa. Como es lógico, lo interesante sería realizar mediciones en su interior, pero no es posible. Hay un límite natural: el horizonte de sucesos. Por eso, nuestro objetivo es aproximarnos cada vez más a esa frontera. una zona periférica de condiciones extremas, donde las mareas gravitatorias son tan fuertes que todo se descompone. Estudiar este tipo de agujeros negros con más precisión nos permitirá entender cuestiones como por qué la Vía Láctea es una galaxia de disco giratorio, mientras que otras tienen forma de elipse. Los agujeros negros desempeñan un papel importante en esto.

En el sistema solar puede haber un agujero negro del tamaño de un huevo, pero diez veces más pesado que la tierra

XL. ¿Cuándo surgió su interés por los agujeros negros?

R.G. En los ochenta. Entonces, todo el mundo le daba vueltas a qué eran los cuásares, esos enigmáticos objetos que emiten cantidades ingentes de energía. Los teóricos decían que podían ser agujeros negros masivos, en los que se precipita una enorme cantidad de materia. La cuestión era: ¿podemos demostrarlo? Enseguida surgió la idea de estudiar cómo era la gravitación de los objetos que giran en torno a los agujeros negros. Pero los cuásares están demasiado lejos, así que nos focalizamos en el centro de la galaxia.

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Grupo de galaxias (imagen captada por el telescopio espacial Hubble).

XL. ¿Qué probabilidades daba el mundo científico a que hubiera un agujero negro en el centro de la galaxia?

R.G. Yo diría que un tercio de los astrónomos la consideraban plausible. A otro tercio el tema no le interesaba en absoluto. Y el restante lo rechazaba categóricamente.

XL. Nadie conoce el centro de la galaxia mejor que usted. ¿Cómo es?

R.G. Luminoso, muy luminoso. Si viajaran al corazón de la galaxia, les sorprendería la claridad que reina allí. La densidad de estrellas, comparada con la de nuestro entorno, es un millón de veces mayor. Y no solo hay muchas estrellas, además son gigantes. En pocas palabras: verían un firmamento espectacular.

 XL. ¿Es una región habitable?

R.G. Diría que las posibilidades son escasas por los efectos de la fuerza de gravedad de todas esas estrellas gigantes y del propio agujero negro. Pero no lo sabemos con certeza.

XL. Hay otra persona que también podría hacernos de guía: la estadounidense Andrea Ghez, con la que comparte el Premio Nobel. Su relación personal no parece estar libre de tensiones.

R.G. Llevamos años compitiendo. Al principio, eso fue beneficioso para todos. Nosotros empezamos a comienzos de los noventa, Andrea se sumó en 1995. Ella tenía la ventaja de que contaba con el Keck de Hawái, un telescopio de diez metros. Los dos comenzamos midiendo la velocidad de las estrellas en los alrededores del centro de la galaxia, y los dos obtuvimos los mismos resultados. Cuando dos grupos independientes llegan a los mismos resultados, la comunidad científica dice: nos lo creemos. La competencia ayudó a ganarnos el respeto de los compañeros.

XL. ¿Pero la cosa se complicó?

R.G. Sí. El siguiente paso era medir la primera órbita de una estrella en el centro de la galaxia. Los dos tuvimos la suerte de que haya una estrella que solo necesita 16 años para girar alrededor del centro, a siete mil kilómetros por segundo. Pero nos encontramos con la sorpresa de que un día lo hacía de una forma; dos meses más tarde, de otra…

XL. ¿Y qué pasó?

R.G. La casualidad quiso que justo ese año nosotros nos trasladáramos al VLT, el gran telescopio europeo en Chile. Allí disponíamos de mucho tiempo de observación. Nos pusimos manos a la obra enseguida…, y eso no hizo muy feliz a Andrea. En una conferencia llegó a decir que nos habíamos inventado los resultados. Que no podíamos haberlos conseguido porque no teníamos un telescopio adecuado. Entonces, alguien le susurró: «Ya no están en un telescopio de tres metros y medio». Respondió que no lo sabía y que no era justo que yo no le hubiera dicho nada. Estaba muy dolida conmigo. Aunque creía que no había motivos para sentirme culpable, me fui a verla a California y dejé que me pusiera verde un día entero.

XL. ¿Hicieron las paces?

R.G. Bueno, le prometí que a partir de entonces le contaría todo lo que estuviéramos haciendo. Pero a partir de ese momento nosotros siempre fuimos por delante: teníamos una ventaja tecnológica y un grupo más numeroso. Por lo tanto, siempre éramos los primeros. Luego llegó el momento de medir la órbita de la estrella de la que le he hablado antes. Ambos sabíamos que la cosa se pondría emocionante. Pero nosotros estábamos mejor: ya teníamos el Gravity. Estaba claro que, si conseguíamos poner en marcha nuestro nuevo instrumento, tendríamos una resolución 20 veces mayor. Así que le escribí y le dije: «Sabes que tenemos el Gravity. ¿No sería mejor que colaboráramos?». Ella se negó.

“La foto del agujero negro es bonita, colorida… resulta muy atractiva, pero los expertos aún estamos discutiendo qué es lo que se ve en realidad”

XL. ¿Y por qué les han dado el Premio Nobel a los dos?

R.G. Resulta interesante que en 2008 el Premio Shaw me lo dieran solamente a mí. Eso quiere decir que en esa primera fase nosotros íbamos por delante. Que recibiéramos conjuntamente el Premio Crafoord en 2012 estuvo justificado, en ese momento íbamos los dos a la par. Creo que, si el premio actual hubiese llegado un poco más tarde, el peso del Gravity se habría notado mucho más. Es un instrumento increíble al que todavía le queda por desempeñar un papel muy importante en la astronomía. Por otro lado, estoy convencido de que la razón por la que nos han dado este premio es ella.

XL. ¿Se refiere a la cuota de mujeres entre los premiados?

R.G. Probablemente recuerden ustedes las críticas que se produjeron tras el anuncio del último Premio Nobel de Medicina: otra vez tres hombres, blancos y mayores, decían. Lo entiendo. Es una situación que, como miembro del comité del Premio Shaw, conozco muy bien. Estamos sometidos a una gran presión. Y el problema en parte radica en que afrontamos el desequilibrio entre géneros eligiendo a mujeres para el comité de selección, pero con eso perdemos a la mitad de las mejores candidatas.

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