Santiago Ramón y Cajal: ¿Cuál fue el descubrimiento por el que no le dieron el Premio Nobel?

Santiago Ramón y Cajal fue seleccionado académico numerario de la RAE el 21 de junio de 1905. Foto: Wikimedia

Encontró algo en un lugar donde otros científicos ya habían buscado anteriormente sin éxito.

Por: Pedro Gargantilla. Médico y divulgador científico.

Hasta la fecha el Premio Nobel de Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) es el único concedido por la Academia Sueca en ciencias que es cien por cien español, ya que el de Severo Ochoa se concedió por sus investigaciones en Estados Unidos y, además, en aquellos momentos tenía la doble nacionalidad.

Es público y notorio que si el científico asturiano no hubiera abandonado nuestras fronteras nunca habría dispuesto ni de los medios ni del entorno propicio para desarrollar su labor y, por tanto, se habría quedado sin el Premio Nobel.

La doctrina neuronal

En 1906 la Academia Sueca distinguió a Ramón y Cajal y al italiano Camilo Golgi en “reconocimiento a su trabajo en la estructura del sistema nervioso”. Y es que es el italiano fue el inventor del método de tinción que utilizó posteriormente el español.

El pistoletazo de salida de su pasión científica se produjo en 1875, con el inicio de su doctorado, el cual culminó dos años después –a la edad de 25 años- con una tesis titulada “Patogenia de la inflamación”.

En 1882 consiguió la cátedra de Anatomía Descriptiva de Valencia. Hay que tener en cuenta que su afición al dibujo y a la fotografía –el carácter esencialmente visual- le condujeron hacia la anatomía macroscópica del cuerpo humano. Pero pronto entendió que pocas aportaciones podían hacerse en este campo, por lo que de forma muy temprana comenzó a interesarse por la anatomía microscópica, es decir, la histología.

Cinco años después se trasladó a Barcelona, en donde ocupó la cátedra de Histología, y tan solo un año después comenzó sus estudios sobre las neuronas que le llevarían a ser galardonado con el Premio Nobel.

Estudió con pasión el cerebro, un órgano impenetrable y difícil de comprender, en donde reside el razonamiento, el pensamiento abstracto y, evidentemente, las emociones. Su objetivo no era otro que penetrar en el frondoso bosque cerebral.

Su descubrimiento se conoce como la “doctrina neuronal” y, básicamente, consiste en un modelo que es capaz de explicar la transmisión unidireccional del impulso nervioso. Hasta ese momento se daba por hecho que el sistema nervioso era un tejido conectado en forma de retícula, más que un sistema compuesto por células, y que la función del soma de las neuronas era proporcionar alimento a la retícula.

Gracias a sus minuciosos trabajos histológicos, Ramón y Cajal consiguió descubrir que las neuronas no están “contiguas” sino separadas por un espacio –de entre 20 y 40 nanómetros- que fue bautizado como hendidura sináptica. Ese es precisamente el punto en el que tiene lugar la comunicación entre las neuronas.

Han pasado más de cien años de aquel descubrimiento, pero a día de hoy la doctrina neuronal de Ramón y Cajal sigue siendo considerada la base de la neurociencia moderna.

Las mariposas del alma tienen… espinas

Años atrás -en 1888- mientras estudiaba las neuronas de sus preparaciones, a las que Cajal se refería como mariposas del ama, había observado que sus prolongaciones no eran lisas, sino que tenían una diminuta cubierta de espinas.

Había sido unos años después de que Golgi las hubiera identificado por vez primera, pero había interpretado erróneamente, dado que sus técnicas eran de peor definición, que constituían una red compleja y no células individuales con entidad propia.

Neuronas

Ramón y Cajal logró revelar, mediante sus cuidadosos estudios de tejidos, que las neuronas no están “unidas” sino separadas por un espacio. Foto: Istock

Ramón y Cajal postuló que aquellas irregularidades –las dentritas- funcionaban como conexiones neuronales y que eran las receptoras de la transmisión nerviosa que llegaba desde los axones.

Este hallazgo no fue reconocido por los miembros de la Academia, para ello fue preciso esperar hasta la década de los setenta del siglo pasado. En ese momento, con la ayuda de la microscopía electrónica, se demostraría que son cruciales para la conducción nerviosa y que, además, actúan como unidades de memoria.

Es más, tiempo después se ha llegado a diferenciar las espinas grandes, que son responsables de la memoria a largo plazo, de las pequeñas, más inestables y que juegan un papel crucial en el proceso del aprendizaje.

Estudios más recientes han dado otro paso al revelar que las espinas dentríticas es una de las claves de lo que nos distingue de otras especies: nuestras espinas de las células piramidales de la corteza prefrontal son más largas, gruesas y abundantes en relación con las de otros primates.

A raíz de todos estos hallazgos, y si echamos la vista atrás y ponemos la mirada en Cajal y en sus estudios sobre las dentritas, ¿es cierto o no que se habría merecido un Premio Nobel por este hallazgo?

Para finalizar, recordamos una frase que le dedicó Juan Ramón Jiménez: “no conozco cabeza tan nuestra como la suya, fuerte, delicada, sensitiva, brusca, pensativa”. La verdad es que no lo pudo describir mejor, y es que Santiago Ramón y Cajal fue un científico tan influyente como lo puedan ser Pasteur, Darwin o Einstein en sus campos científicos.

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