- Tecnologías como la programación o la inteligencia artificial se basan en los mismos cálculos
- Las megaestructuras en forma de puentes y rascacielos, también
Arquimedes
Rubén Márquez
Más de 1.800 años antes de que Isaac Newton y Gottfried Leibniz desarrollaran el cálculo que nos ha permitido crear megaestructuras en forma de puentes y rascacielos, las teorías combinatorias que derivaron en la programación, la ciencia de datos o la inteligencia artificial, y que por supuesto también nos han puesto en camino hacia la conquista del espacio, la humanidad ya poseía esos conocimientos. Lamentablemente, unos monjes los destruyeron sin querer.
El libro, que hoy se conoce como el Palimpsesto de Arquímedes, incluía el primer acercamiento del que tenemos datos a lo que hoy conocemos como matemática combinatoria. La base sobre la que se sustenta nuestra ingeniería moderna en forma de física teórica capaz de calcular áreas y volúmenes y, a grandes rasgos, las matemáticas necesarias para que hoy en día, en el colegio, podamos deducir cuánto tarda un tren en llegar del punto A al punto B. Todo eso ya estaba ahí desde el siglo II a.C., pero lo perdimos por un desafortunado descuido.
Siglos de avance borrados para escribir cánticos
En 1906, cuando el filólogo danés Johan Ludvig Heiberg se encontrara estudiando manuscritos medievales, se topó con un libro de oraciones y cánticos religiosos que llamó su atención. Bajo lo escrito por monjes en algún punto del siglo XIII, el filólogo logró identificar parte de un texto borrado de Arquímedes que correspondía a una de sus obras perdidas, el Método de Teoremas Mecánicos.
Tuvieron que pasar más de 90 años para que, tras desaparecer el manuscrito durante décadas, tras una subasta en la que un comprador anónimo lo adquirió por 2 millones de dólares, la ciencia pudiese volver a echarle el guante. Valiéndose de técnicas modernas mediante luz ultravioleta, infrarroja y rayos X, los científicos descubrieron el texto matemático que se escondía en el pergamino. Un avance revolucionario capaz de cambiar la historia de la humanidad que, lamentablemente, había llegado demasiado tarde.
En defensa de aquellos monjes cabe destacar que, cuando destruyeron el pergamino en Constantinopla varios siglos antes, en realidad es probable que no supieran lo que tenían delante. En aquella época el pergamino era un bien tan caro como escaso, así que a menudo se raspaban textos antiguos para reutilizarlos en la creación de libros religiosos.
A la práctica de reutilizar pergaminos se le conocía como palimpsesto, lo que terminó derivando en el nombre de Palimpsesto de Arquímedes bajo el que hoy conocemos a esta gloriosa pieza de la arqueología. Lamentablemente nunca sabremos qué habría ocurrido de no borrarse aquellos cálculos, y tampoco qué otros avances o revelaciones hay escondidas entre todos esos libros reciclados que ahora sirven como recopilaciones de salmos y oraciones.