Construyeron la valla más larga del mundo en medio del desierto, pero no para separar países.

La lección de esta valla única en el mundo es que veces, un problema ecológico nace de una introducción aparentemente inocente

Por Valentina Araya

araya.valentina@diariouno.com.ar

En 1901, el gobierno estatal de Australia tomó una decisión monumental, se trataba de la construcción en medio del desierto de una valla para detener la migración de conejos desde el este hacia las zonas agrícolas del oeste. Lo que no imaginaron es que sería la más larga del mundo.

Australia Occidental enfrentaba un enemigo diminuto pero devastador. Los conejos europeos, introducidos décadas antes para la caza recreativa, se habían expandido sin control por gran parte del continente. Lo que empezó como una idea pragmática terminó convirtiéndose en la barrera más larga del mundo en medio del intento desesperado por proteger la producción lanera y cerealera, vital en ese momento para la economía regional.

Construyeron la valla más larga del mundo en medio del desierto pero no para separar países

La construcción se desarrolló en etapas. Primero se levantó la número uno, la Rabbit-Proof Fence, una línea que corre desde la costa norte hasta el sur, atravesando desiertos, bosques y llanuras. Luego vinieron dos vallas adicionales, pensadas para reforzar tramos vulnerables y corregir filtraciones. En total, el sistema terminó superando los 3.200 kilómetros, casi una columna vertebral metálica que dividía el paisaje australiano.

La construcción no fue sencilla, los equipos avanzaban a pie o a caballo, trabajando bajo temperaturas extremas, fijando postes en suelos pedregosos o arenosos, estirando rollos de alambre que parecían interminables. Cada tramo debía quedar sellado al ras del suelo para impedir excavaciones. Aun así, los conejos encontraban rutas alternativas, socavaban bordes, aprovechaban huecos creados por tormentas o por animales nativos.

¿Funcionó esta valla única en el mundo?

Aunque nunca fue una solución definitiva, la construcción de la valla más larga del mundo cumplió parte de su objetivo. Ralentizó el avance de la plaga hacia el oeste, permitió planificar controles y dio tiempo para que los gobiernos implementaran otras medidas, desde trampas hasta, décadas más tarde, programas biológicos como la introducción del virus mixoma.

Con el tiempo, muchos tramos quedaron en desuso, pero grandes secciones siguen en pie y aún son mantenidas. También se convirtieron en un símbolo cultural: la Rabbit-Proof Fence figura en museos, estudios ambientales y obras literarias. Incluso inspiró relatos que conectan la estructura con historias indígenas afectadas por políticas de la época.

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