Por Manuel Castillo Venegas
La inteligencia artificial debe producir una revolución en la teoría, y en la práctica, de la universidad. En verdad, la inteligencia artificial constituye, en términos de ciencia, la nueva revolución copernicana, y, en términos de tecnología, la nueva revolución industrial. Se trata de un paradigma nuevo y total, científico y tecnológico. Más aún: Se trata de la más grande revolución científica, tecnológica y social de la humanidad.
Bien vista, la inteligencia artificial ha roto la cuarta pared, pues ha pasado de la ciencia ficción a nuestra experiencia vital. La inteligencia artificial no es una categoría unívoca; no obstante, podemos definirla como aquel espacio de la informática que crea sistemas con la finalidad de que estos realicen tareas que normalmente las realizaría la inteligencia humana, tales como el aprendizaje, el razonamiento y la percepción.
La idea central de la interrelación entre la inteligencia artificial y la universidad es que las propiedades de una se conjuguen con los objetivos por competencia de la otra. Stuart J. Russell y Peter Norvig, en su libro “Inteligencia Artificial. Un Enfoque Moderno”, sostienen que tenemos hasta cuatro tipos de inteligencia artificial, que bien podrían conjugarse con las tareas de la enseñanza-aprendizaje e investigación de la universidad:
Uno: Sistemas que piensan como humanos: son aquellos que emulan a la inteligencia humana, en pensamiento y comportamiento.
Dos: Sistemas que actúan como humanos: son aquellos que proceden como el hombre y, como es el caso de los robots, realizan tareas de forma similar a nosotros.
Tres: Sistemas que piensan racionalmente: son aquellos que emulan el pensamiento lógico de los humanos; es decir, que las máquinas podrían percibir, razonar y actuar como nosotros, al punto que se conducirían de acuerdo a la recta razón y a las reglas de la lógica.
Cuatro: Sistemas que actúan racionalmente: son aquellos que tratan de imitar el comportamiento humano, basándose sobre todo en la información disponible.
La inteligencia artificial tiene aplicaciones prácticas que podrían acompañar, como herramientas, al trabajo universitario. Así tenemos a Siri, de Apple; a Alexa, de Amazon; y a Cortana, de Microsof, que a través de aplicativos como son Lyli, Ems, y Gyant, podrían trabajar en nuestros celulares. A propósito, el celular es el acceso cotidiano de un universitario a la inteligencia artificial.
La inteligencia artificial está llamada a originar cambios significativos en la información y en la calidad educativa. Tenemos aplicaciones que no solo automatizarían las labores académicas, sino que optimizarían el desempeño académico en el aula, en la biblioteca, en el laboratorio, y en todos los espacios de la interacción social universitaria.
Hoy, la inteligencia artificial puede servir para diseñar estrategias de aprendizaje, para identificar nuevos objetos de estudio, y hasta para abordar teórica y metodológicamente objetos de estudios propios de los diversos programas de investigación científica. Algo más: La inteligencia artificial debe mejorar el sistema administrativo de la universidad.
Así el estado del arte de la vida universitaria, parece que, más pronto que tarde, hemos de pasar, de convivir con chatbots interactivos, a cohabitar con robots más complejos y parecidos al ser humano. Aquí, permítaseme una aquiescencia personal, propia de mi quehacer universitario: Hoy me permito recurrir a chatbots, de seguro en un mañana me permitiré interactuar con robots, pero seré siempre un profesor autoconcebido como hombre moderno, como humanista, un revisionista de Isaac Asimov, un “(No) Yo robot”. La inteligencia artificial debe producir una revolución en la teoría, y en la práctica, de Sunedu y de la universidad peruana.