Las fuerzas militares rusas deslumbran tras una década de reformas

La OTAN tendrá que ponerse las pilas

Las fuerzas militares rusas deslumbran tras una década de reformas

Un militar junto a aviones rusos MiG-29 (DJORDJE KOJADINOVIC / Reuters)

THE ECONOMIST 06/11/2020 06:00 | Actualizado a 07/11/2020 08:25

Tras el derrumbe de la Unión Soviética, las antaño poderosas fuerzas armadas de Rusia quedaron desmanteladas. Los conductores de autobús moscovitas pasaron a ganar más dinero que los pilotos de combate ganados. Los soldados hambrientos eran enviados a buscar bayas y setas. La corrupción campaba a sus anchas: se acusó a un general de alquilar un MiG-29 para carreras de aceleración ilegales entre aviones y automóviles en un aeródromo alemán. “Ningún ejército en el mundo se encuentra en un estado tan lamentable como el nuestro”, se quejó un ministro de Defensa en 1994. Sin embargo, pocos ejércitos se han recuperado de manera tan espectacular. En 2008, las fuerzas rusas lucharon torpemente contra Georgia. Tras esa actuación, se transformaron de arriba a abajo.

El cambio comenzó con grandes sumas de dinero. El gasto militar ruso se multiplicó más o menos por dos entre 2005 y 2018, medido en tipos de cambio ajustados según el poder adquisitivo. Aunque gran parte del presupuesto es secreto, es probable que el gasto militar anual ruso se sitúe entre los 150.000 y los 180.000 millones de dólares, afirma Michael Kofman del Centro de Análisis Navales, un instituto de investigación. Esa cantidad triplica aproximadamente la de Gran Bretaña y se acerca del 4% del PIB.

El gasto militar ruso se multiplicó más o menos por dos entre 2005 y 2018, medido en tipos de cambio ajustados según el poder adquisitivo

Gran parte de ese dinero se ha gastado en equipo. En la última década, Rusia añadió a sus capacidades unos 600 aviones nuevos, 840 helicópteros y 2.300 drones, calcula Julian Cooper, de la Universidad de Birmingham. Si bien en 2007 el 99% de blindados rusos se clasificó como “heredado” (es decir, había entrado en servicio hacía más de tres décadas), hoy en día el 27% es completamente moderno, según un estudio publicado el 29 de septiembre por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), un centro de investigación londinense. Los aviones de combate rusos han pasado en este período de ser heredados en un 97% a ser modernos en un 71%.

Las inversiones más importantes han sido en misiles de precisión, como el Iskander (transportable por tierra), el Kalibr (instalable en buques y submarinos) y el Kh-101 (lanzado desde el aire), capaces de alcanzar objetivos por toda Europa. Hace una década, la idea de que la armada rusa pudiera golpear con precisión objetivos en Siria desde buques de guerra desplegados en el mar Caspio habría sido ciencia ficción, señala Dmitri Stefanóvich del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales (IMEMO), un centro de investigación de Moscú. “Ahora es una realidad”. En una guerra europea, la idea sería utilizar esos misiles para amenazar infraestructuras civiles y militares superando con mucho las líneas del frente terrestre de modo que un conflicto en torno a Tallin, por ejemplo, llegara incluso al oeste del Rin.

Las inversiones más importantes han sido en misiles de precisión, como el Iskander (transportable por tierra), el Kalibr (instalable en buques y submarinos) y el Kh-101 (lanzado desde el aire)

El objetivo final de Rusia es crear un “complejo de reconocimiento y ataque” (en origen un concepto soviético) en el que los datos de vehículos en tierra, drones en el aire, satélites en el espacio y señales de radio emitidas por unidades enemigas se recopilan, procesan y envían a las armas en tiempo real. Cualquier “sensor” (por ejemplo, un dron) puede suministrar datos de un objetivo a cualquier “tirador” (como un barco lejano), con objetivos priorizados de forma centralizada y alcanzados, idealmente, en cuestión de minutos. Aunque Rusia está por detrás de Estados Unidos y probablemente de China en ese ambicioso esfuerzo, ha dado “pasos enormes”, dice Dima Adamsky del Centro Interdisciplinario Herzliya, una universidad israelí.

Las fuerzas rusas no sólo están mejor armadas, sino que también son más veloces. Gracias a las mejoras en la preparación, es probable que Rusia sea capaz de llevar a 100.000 soldados, con artillería pesada, a una zona europea de conflicto en menos de 30 días. La OTAN tendría dificultades para reunir en igual lapso la mitad de esa cantidad de fuerzas ligeras. Se dice que hay unos 5.000 soldados pertenecientes a la fuerza aerotransportada de Rusia preparados para entrar en acción en un plazo de dos horas. Los soldados se mantienen en estado de alerta mediante grandes ejercicios. El último, Kavkaz (Cáucaso) 2020, involucró a 80.000 soldados y concluyó el 26 de septiembre. “Rusia ha cambiado la masa por el ritmo”, concluye el teniente general Jim Hockenhull, jefe de Inteligencia de la Defensa de Gran Bretaña.

Las fuerzas armadas de Rusia cuentan con la ventaja adicional de estar curtidas en la batalla. Aunque Rusia y China pueden tener armas comparables, la calidad de las fuerzas, en entrenamiento y experiencia de combate, es “como el día y la noche”, dice Kofman. En Ucrania, por ejemplo, Rusia ha practicado la guerra blindada y los duelos de artillería, y experimentado con el uso de ciberataques y drones para suministrar a sus armas información sobre objetivos. Siria, donde han servido más de 63.000 soldados rusos, ha sido un banco de pruebas para los ataques de precisión, la defensa aérea contra enjambres de drones rebeldes y el uso de vehículos no tripulados.

La OTAN se ha centrado en gran medida en las amenazas rusas a los Estados bálticos y en los desafíos de reforzar Europa a lo largo de semanas y meses

Los oficiales rusos en Siria han mostrado incluso indicios de haberse deshecho del legado soviético de un rígido mando vertical y actuar con más autonomía y creatividad, una práctica conocida como “mando de misión”, observa Adamsky. Eso supondría, afirma, “un gran alejamiento de la tradición militar rusa”. Y en ambos países, Rusia ha perfeccionado sus habilidades en la guerra electrónica interfiriendo radios, radares y drones. Las señales GPS falsas de Rusia en Siria han sido lo bastante fuertes para engañar a aviones civiles en Israel.

No todo se ha arreglado, por supuesto. Víktor Murajovski, un antiguo oficial que ahora dirige una revista militar, se muestra optimista sobre las reformas. Sin embargo, declara que la construcción naval es muy lenta y que el país va a la zaga de sus rivales en drones de largo alcance. El nuevo tanque T-14 Armata, la nueva generación del avión de combate Su-57 y los nuevos submarinos se han retrasado. Aunque Rusia es experta en hacer estallar cosas en el espacio, su envejecida flota de satélites de reconocimiento se ha reducido con los años y su modernización se ha complicado debido a las sanciones occidentales. Hasta hace cinco años, sus películas tenían que enviarse físicamente de regreso a la Tierra en cápsulas, señala Bart Hendrickx, analista del programa espacial ruso. El mayor de los problemas, dice el Kofman, es la capacidad limitada del sector de la defensa, incluida la escasez de personal cualificado, máquinas-herramienta y componentes.

El desequilibrio entre hardware y personas también es evidente. Aunque las tropas ya no pasan hambre, su salario no es muy bueno. Según señala Murajovski, un comandante cualificado de tanque de veintitantos años puede esperar ganar poco más de 43.000 rublos (460 euros) al mes en tiempos de paz, menos que el salario medio nacional. “En mi opinión, no es suficiente”. La moral entre los reclutas, que todavía constituyen el 55% de la fuerza, sigue siendo baja y la corta duración del servicio limita su utilidad en combate. Puede que ya se hayan acabado los días en que se alquilaban aviones de guerra, pero el año pasado los fiscales militares rusos anunciaron que 2.800 oficiales militares habían sido acusados de corrupción y que la cantidad robada ascendía a unos 77 millones de euros.

Y tampoco el renacer militar ha comprado tranquilidad: en una guerra con la OTAN, Rusia “tendría una superioridad convencional durante un período limitado”, concluye el IISS, pero se vería superada en caso de una prolongación del conflicto. Por lo tanto, Putin ha obrado en los últimos años para garantizar que el conflicto no se prolongue. Con semejante objetivo, ha invertido mucho en fuerzas nucleares y ha dado a conocer toda una gama de armas espeluznantes, como planeadores hipersónicos, torpedos radioactivos diseñados para contaminar zonas costeras y misiles de crucero de propulsión nuclear capaces de dar la vuelta a la Tierra indefinidamente. Misiles como el Iskander, Kalibr y Kh-101 pueden llevar ojivas convencionales y nucleares (según señalan los funcionarios de la OTAN, no habría forma de saber cuáles llevan hasta que llegaran a tierra). Para los generales rusos, la esperanza es que su fuerza renacida signifique que las armas nucleares nunca sean necesarias.

Por su parte, la OTAN se ha centrado en gran medida en las amenazas rusas a los Estados bálticos y en los desafíos de reforzar Europa a lo largo de semanas y meses. Ha subestimado el hecho de que la nueva potencia de fuego rusa podría usarse en una guerra más breve, más repentina y más expansiva susceptible de extenderse mucho más allá de los países bálticos. Sus planificadores, así como los políticos nacionales que establecen los presupuestos y las prioridades militares, deben ajustar estrategias y gastos a la luz de estas nuevas amenazas.

© 2020 The Economist Newspaper Limited. All rights reserved.

Traducción: Juan Gabriel López Guix

Comentarios