La nave interestelar al límite del sistema solar que confirma que el universo es como pensábamos.

La sonda New Horizons ha sido capaz de medir el valor real de la oscuridad del universo. Sus datos han servido para confirmar que estamos en el camino correcto para entender el universo

Foto:  Vista de las antenas del Parque Astronómico del Llano de Chajnantor en el Atacama Large Millimeter submillimeter Array (ALMA). (EFE/Rodrigo Sáez)

Por Jesús Díaz

El cielo nocturno está lleno de trillones de estrellas y un billón de galaxias pero el universo es un lugar donde reina la oscuridad total. Ésta es la conclusión de un nuevo estudio científico que, por primera vez, ha podido medir la cantidad real de luz que llena el cosmos gracias a los datos recogidos por la nave interestelar New Horizons de la NASA, casi una década después de cumplir con su misión original de fotografiar y cartografiar Plutón. Puede parecer algo lógico pero, hasta hace pocos meses, no teníamos ni idea de que era así. Para los astrónomos, era imposible saber exactamente cómo son los vastos espacios vacíos que separan las islas de luz a las que llamamos galaxias. La razón es que la luz dispersa y el polvo interplanetario en nuestro sistema solar crean una especie de neblina que oculta la luz del cosmos, impidiendo cualquier intento de medir la cantidad de fotones que llena este vacío. Ahora, un nuevo estudio ha dado con la solución.

¿Qué han descubierto?

El artículo, titulado ‘Nuevas observaciones sinópticas del fondo óptico cósmico con New Horizons’ y publicado en The Astrophysical Journal el pasado 28 de agosto, presenta la medición más precisa hasta la fecha del Fondo Óptico Cósmico (COB en sus siglas en inglés). Este fondo es la suma de toda la luz emitida por estrellas, galaxias y agujeros negros desde el origen del universo, una luz que, al ser medida con precisión, permite a los astrónomos verificar si la cantidad de luz observada coincide con las predicciones teóricas. Si los números cuadran, nuestra comprensión del universo es sólida; si no, podría haber fenómenos desconocidos en juego. Medir el COB es imposible desde la Tierra o desde las proximidades del planeta. El Sol y el polvo interplanetario generan interferencias que hacen extremadamente difícil obtener una medida precisa. “Todas las tentativas de medir la intensidad del COB desde el sistema solar interior sufren de grandes incertidumbres,” como apunta Tod Lauer, astrónomo del NOIRLab de la Fundación Nacional para la Ciencia de EEUU y coautor del estudio.

Imagen: Ilustración del estudio con las posiciones de las Voyager y la New Horizons.

 Para superar este obstáculo, los científicos recurrieron a los datos de la New Horizons, una sonda que se encuentra ahora a más de 8.800 millones de kilómetros de la Tierra, en el Cinturón de Kuiper, tras más de 18 años en el espacio y 9 años después de haber cartografiado la superficie de Plutón. En ese punto, usando su cuerpo como escudo contra el brillo del sol y lejos de la del polvo interplanetario, New Horizons ha usado su cámara LORRI (Long Range Reconnaissance Imager) para capturar una nítida visión del universo de las regiones más oscuras del cielo, lejos del núcleo brillante de la Vía Láctea. Las imágenes se compararon con las mediciones infrarrojas del satélite Planck de la ESA para llegar a una estimación precisa de la luz visible en el universo.

Estamos en el camino correcto

El resultado de este meticuloso proceso fue una medida de la intensidad luminosa del COB de 11,16 nanovatios por metro cuadrado por estereorradián. Este valor coincide con la cantidad de luz que se espera que hayan producido todas las galaxias conocidas en los últimos 12.600 millones de años, lo que sugiere que no estamos pasando por alto ninguna fuente importante de luz en el universo. Según Lauer, “la interpretación más sencilla es que el COB se debe completamente a las galaxias. Mirando fuera de las galaxias, encontramos oscuridad y nada más.” Este hallazgo es significativo no sólo porque proporciona una medida precisa de la oscuridad en la que vivimos, sino porque también revisa estudios anteriores que sugerían la existencia de un componente anómalo en la luz de fondo del universo. Al reducir la posible contribución de fuentes desconocidas, el estudio apoya la idea de que nuestra comprensión actual del universo es correcta. O, mejor dicho, lo más correcta que puede ser con los limitados datos de los que disponemos.

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