La tecnología que cambiará a la humanidad.

Por:  Carlos de la Torre Paredes

Recientemente, Noland Arbaugh, el primer paciente en recibir el implante de un chip Neuralink en el cerebro tras quedar paralizado, ha compartido sus experiencias y reflexiones respecto a cómo ha cambiado su vida desde que tiene el chip, gracias al cual ha podido interactuar con computadoras, y recrearse con juegos de video.

En una transmisión por sus redes sociales hace unas semanas, habló sobre cómo la tecnología del chip que ahora tiene en la cabeza podría revolucionar los videojuegos de disparos, pues sus capacidades para apuntar y controlar a su personaje son muy superiores a la de cualquier jugador, incluso los más experimentados; llegó a comentar que tenía un Aimbot (robot de puntería) en la cabeza.

Sus palabras, aunque centradas en el ámbito de los videojuegos, nos abren la puerta a un futuro donde la tecnología podría maximizar nuestras potencialidades humanas de maneras aún insospechadas. Más aún si consideramos que el chip solo ha funcionado al 15% de su capacidad, algo que se espera mejorar con el siguiente paciente; claramente las mejoras dependerán de un largo proceso de ensayo y error.

La tecnología de estos chips, aunque inicialmente dirigida a pacientes con necesidades específicas, tiene el potencial de normalizarse y establecer nuevos estándares de productividad y capacidad humana en los próximos años. La experiencia de Nolan, quien se siente “superior” a otros jugadores en videojuegos de disparos gracias a su implante, sugiere que estamos en el umbral de una revolución en cómo interactuamos con la tecnología.

Este avance tecnológico no debería sorprendernos. La humanidad siempre ha utilizado herramientas y prótesis para compensar sus limitaciones físicas. Desde el uso de ropa para abrigarse hasta lentes para mejorar la visión y cubiertos para comer, los seres humanos han creado y adaptado tecnologías para sobrevivir y prosperar. Estos chips representan una continuación lógica de esta tendencia, permitiendo potenciar nuestros cerebros con tecnología avanzada.

Esta sinergia aceleraría nuestros procesos cognitivos y nos permitiría acceder a información de manera casi instantánea. Podríamos estar en el camino hacia una interacción permanente y simbiótica entre el ser humano y la inteligencia artificial, donde la línea entre la biología y la tecnología se vuelve cada vez más difusa.

Las posibilidades son asombrosas. Hoy es factible imaginar que pronto nuestras capacidades cognitivas se amplificarán, y podremos realizar tareas complejas con una eficiencia sin precedentes, impulsando nuestra creatividad humana en colaboración directa con la inteligencia artificial.

Sin embargo, este futuro también conlleva riesgos. La dependencia de tecnologías desarrolladas y controladas por corporaciones plantea la posibilidad de que nuestras capacidades y libertades puedan ser manipuladas o restringidas.

Es imperativo que, a medida que avanzamos hacia este futuro, se implementen regulaciones que protejan a los usuarios y aseguren una integración constructiva con la tecnología. La humanidad deberá encontrar soluciones a los posibles problemas éticos y sociales que surgirán, garantizando que esta simbiosis sea beneficiosa para todos.

Las reflexiones de Noland Arbaugh sobre su experiencia con su chip nos ofrecen un vistazo a un futuro donde la tecnología no solo asiste, sino que amplifica la experiencia humana. Estamos en el umbral de una nueva era de simbiosis humano-tecnológica que, si se maneja adecuadamente, podría redefinir lo que significa ser humano y abrir horizontes insospechados para la humanidad. La clave estará en equilibrar los beneficios con una regulación efectiva que asegure un desarrollo ético y sostenible de estas tecnologías.

Habrá que legislar para el ser humano del mañana, que, de todas maneras, será distinto al de hoy.

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